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A raíz de un momento vivido recientemente, se me ha ocurrido plantear estas cuestiones en el blog, porque parece que, por inercia, sabemos realizar determinados rituales de belleza por instinto, pero puede ocurrir que no lo estemos haciendo de la forma más adecuada, ni la más efectiva.
Se me ha ocurrido empezar con estas dos acciones tan habituales y sencillas como una doble limpieza facial, y la aplicación de la crema de manos, pero, si os gusta esta idea, dejadme qué os interesa analizar en comentarios, y voy preparando entradas en esta línea.
La doble limpieza:
Por doble limpieza se entiende que limpiamos y desmaquillamos la piel primero con un producto oleoso, y luego lo retiramos con un gel. Fin.
Pues no.
Al menos, no si lo que pretendemos es imitar el ritual asiático. O, al menos, no según me mostraron recientemente en un taller de cuidado facial.
En realidad, la doble limpieza consiste en emulsionar un producto con base de aceites sobre la piel, ya sea una crema desmaquillante de toda la vida (esto, en versión occidentalizada para todos los públicos), aunque lo suyo sería una manteca o un aceite líquido (lo más ortodoxo), y, una vez masajeado y levantado todo el maquillaje, antes de aclarar la piel con agua, aplicamos sobre el rostro un producto en gel o espuma, de tipo jabonoso (aunque hay geles que espuman y no tienen jabón) que, a su vez, despegue esa fase oleosa de nuestra cara.
Después, lo ideal es retirar todo con una toallita o una muselina empapada en agua templada, y aplicar el tónico o esencia a toques.
Se puede aclarar con agua, sin muselinas, por supuesto, pero es más efectivo retirar todo con un paño adecuado para irritar menos la piel, y asegurarnos de que ésta queda impoluta.
Sé que a muchas os va a chocar esta forma de hacerlo, pero, antes de lanzar piedras, probadlo, porque la sensación y la limpieza de la piel es diferente entre hacer una limpieza en dos pasos (que no deja de ser un desmaquillado con un producto, y una limpieza con otro), y realizar una doble limpieza como os propongo.
No hay una mejor que otra, en principio, pero la sensación y el resultado a mí me convence más con este sistema que os comento que mezcla ambas fases.
Aplicar crema de manos correctamente:
Este tema ya salió hace mucho tiempo en el blog, pero creo que merece la pena recordarlo.
Tenemos la costumbre de que, cuando tomamos algo en las manos, ya sea crema, ya sea líquido, lo hacemos en la palma de la mano, pero no siempre es la mejor idea; sobre todo, si tu intención es hidratar tus manos.
En realidad, la piel que más necesita de la aplicación de la crema es la del dorso, también más porosa, y la que va a asimilar el producto de forma más rápida. La palma de la mano, al sudar más, se mantiene más hidratada de forma natural, y al tener el poro más pequeño, si aplicamos la crema en ella, lo que conseguimos es, por una parte, que la sensación sea más pesada y grasienta de lo que debería ser, y que no se reparta el producto de la forma más óptima.
Es decir, conseguiremos unas manos pesadas y grasas, y hasta nos dará la impresión de que la crema no hace su trabajo.
Lo ideal es colocar un guisante de crema de manos en el dorso de la mano, masajearlo dorso con dorso hasta extenderlo todo lo posible, y luego ya, darle la vuelta al juego de manos y terminar de extenderla hacia dedos y uñas con las palmas de las manos, mientras terminan de repartir el producto por toda la mano, incluída la palma.
¿Conocíais estas técnicas?¿Las aplicáis así?¿Qué otras aplicaciones de producto os resultan curiosas, potingueras?