¡Hola, potingueras!
Hoy me apetecía hablaros un poco más de tú a tú y, a través de este post, analizar un poco las fases que solemos atravesar aquellas a las que nos gusta el mundo de la belleza, tengamos o no un blog, y, de paso, reirnos un rato y comparar.
Este es un post que puede originar un debate o, incluso, convertirse en una especie de "Tag". Creo que puede ser interesante que cada cual aporte su punto de vista al respecto.
Obviamente, este post está escrito desde mi experiencia personal, y dentro de esa experiencia se incluyen conversaciones y comparaciones con otras potingueras de pro con las que he coincidido.
La primera fase es la de tanteo.
Te acercas al mundo potinguil casi de puntillas: ves vídeos, blogs, etc, pero interactuas poco.
Eso sí, tomas buena nota de las recomendaciones de las diferentes "gurús" (mira que me gusta poco esa palabra) de belleza y buscas productos parecidos a los que ellas muestran en versión Low Cost, ya que no conoces muy bien las marcas y no sabes si te va a rentar dejarte el dinerito en esas marcas.
Más adelante irás descubriendo que, en muchos casos, más te hubiera valido gastarte el dinero en el original desde el princpio; y en otros no, porque has decubierto productos baratitos pero interesantes en el camino.
Después está la fase de experimentación y euforia:
Lo quieres probar todo y lo quieres probar ya.
Te saltas tus propios códigos de color y texturas, olores, etc, por si te estás perdiendo algo.
En algunos casos saldrás ganando y descubrirás que algunos prejuicios te sobraban y que hay todo un mundo de color, tacto y olor que te estabas perdiendo; y en otros, obviamente, te darás la razón a ti misma y resonará en tu cabeza lo de "ya sabía yo que esto no lo usaba por algo".
Además, la fase de euforia te lleva a conocer todos los nombres de sombras, labiales, cremas, perfumes, etc, y estar más pendiente de las ediciones limitadas que los propios puntos de venta. Puede llegar a ser algo incluso obsesivo y entramos en la etapa coleccionista, en la que muchas veces, te llame o no mucho la atención determinada línea de productos, te haces con ella entera.
Es coleccionar por coleccionar.
Tienes que tenerlo todo. Si no te has comprado la paleta supermegaportentosa de la marca molomásquelosdemás, que tiene hasta el perro de tu vecina -con su revisión en youtube y/o blog correspondiente- estás fuera de onda.
Ridículo, pero cierto.
Coleccionas novedades con sus correspondientes 5 minutos de éxtasis post-compra que se desvanecen casi antes de llegar a probar el producto.
La relación entre el tiempo de bajada de esa sensación depende directamente del ritmo de compras.
Tengo comprobado que, cuanto más a menudo compras, y más tiempo llevas con esa rutina, antes se te pasa la fiebre. Sin embargo, cuando las compras son algo más normal, más racional , aunque hagas un estropicio con la Visa un día X, que no pasa nada por homenajearse de vez en cuando, más lo disfrutas, más provecho sacas a los productos, y mejor los conoces.
Cuando te percatas de que esa sensación de subidón cada vez la sientes menos y te dura menos, entras en una fase de estancamiento.
Te siguen llamando la atención las novedades, por supuesto que sí, y, si puedes, vas al stand y probeteas los productos, incluso más de una vez; pero, de ahí a que compres, va un trecho.
Te piensas mucho más si te apetece llevarte algo a casa y qué te apetece llevarte. Ya lo de coleccionar te da lo mismo, te das cuenta de que van pasando las colecciones y no compras nada o compras sólo un producto que te gusta de ellas, y no de todas.
De hecho, ves los productos en el stand y piensas: "este se parece a tal que ya tengo", "de este color tengo tres", "este es idéntico al que le regalé a Fulanita porque no lo usaba", ...y otras variantes. Te planteas si estás tirando el dinero.
Digamos que, en vez de incentivarse la compra, se produce el efecto contrario: los nuevos productos te recuerdan a los que tienes en casa esperándote en el cajón, y abres esos cajones con ilusión y cariño, redescubres colores y texturas, y recuerdas qué es lo que te encandiló -o no- de esos productos que ya tienes.
Ordenas, descartas, usas, regalas, ...Te reorganizas y eres más consciente de lo que quieres y tienes, y de lo que no.
Estás en la etapa de madurez.
Y es en esta etapa cuando decides que, si te apetece, te puedes dar un caprichazo de vez en cuando, porque eres plenamente consciente de que es eso; incluso aunque sepas que tienes esos colores y/o texturas, olores, etc en otras marcas, o que lo vas a usar poco, o que quizá sea objeto de herencia en breve.
Te has llegado a conocer y ya no necesitas de subterfugios externos para controlar gastos como la "potidieta" -elemento bastante polémico del que podemos hablar otro día si os apetece-, que a unas les va estupendamente, y a otras les provoca efecto rebote.
Estos picoteos ya no son cada mes, cada semana, cada nueva colección, ni en cada marca. Ya son algo puntual y te dedicas a disfrutar un poco más de la cosmética y el color, y a sentir que eres tú quien lleva las riendas de tus gastos potinguiles, y no la influencia del mundillo en el que te mueves.
Por supuesto, como ya dije, esta es mi propia visión, pero me gustaría conocer la vuestra.
¿Os animáis a contárnosla en un comentario o en un post en vuestro blog -o canal de youtube, que para mi sois todas igual de compañeras-, potingueras?
Hoy me apetecía hablaros un poco más de tú a tú y, a través de este post, analizar un poco las fases que solemos atravesar aquellas a las que nos gusta el mundo de la belleza, tengamos o no un blog, y, de paso, reirnos un rato y comparar.
Este es un post que puede originar un debate o, incluso, convertirse en una especie de "Tag". Creo que puede ser interesante que cada cual aporte su punto de vista al respecto.
Obviamente, este post está escrito desde mi experiencia personal, y dentro de esa experiencia se incluyen conversaciones y comparaciones con otras potingueras de pro con las que he coincidido.
La primera fase es la de tanteo.
Te acercas al mundo potinguil casi de puntillas: ves vídeos, blogs, etc, pero interactuas poco.
Eso sí, tomas buena nota de las recomendaciones de las diferentes "gurús" (mira que me gusta poco esa palabra) de belleza y buscas productos parecidos a los que ellas muestran en versión Low Cost, ya que no conoces muy bien las marcas y no sabes si te va a rentar dejarte el dinerito en esas marcas.
Más adelante irás descubriendo que, en muchos casos, más te hubiera valido gastarte el dinero en el original desde el princpio; y en otros no, porque has decubierto productos baratitos pero interesantes en el camino.
Después está la fase de experimentación y euforia:
Lo quieres probar todo y lo quieres probar ya.
Te saltas tus propios códigos de color y texturas, olores, etc, por si te estás perdiendo algo.
En algunos casos saldrás ganando y descubrirás que algunos prejuicios te sobraban y que hay todo un mundo de color, tacto y olor que te estabas perdiendo; y en otros, obviamente, te darás la razón a ti misma y resonará en tu cabeza lo de "ya sabía yo que esto no lo usaba por algo".
Además, la fase de euforia te lleva a conocer todos los nombres de sombras, labiales, cremas, perfumes, etc, y estar más pendiente de las ediciones limitadas que los propios puntos de venta. Puede llegar a ser algo incluso obsesivo y entramos en la etapa coleccionista, en la que muchas veces, te llame o no mucho la atención determinada línea de productos, te haces con ella entera.
Es coleccionar por coleccionar.
Tienes que tenerlo todo. Si no te has comprado la paleta supermegaportentosa de la marca molomásquelosdemás, que tiene hasta el perro de tu vecina -con su revisión en youtube y/o blog correspondiente- estás fuera de onda.
Ridículo, pero cierto.
Coleccionas novedades con sus correspondientes 5 minutos de éxtasis post-compra que se desvanecen casi antes de llegar a probar el producto.
La relación entre el tiempo de bajada de esa sensación depende directamente del ritmo de compras.
Tengo comprobado que, cuanto más a menudo compras, y más tiempo llevas con esa rutina, antes se te pasa la fiebre. Sin embargo, cuando las compras son algo más normal, más racional , aunque hagas un estropicio con la Visa un día X, que no pasa nada por homenajearse de vez en cuando, más lo disfrutas, más provecho sacas a los productos, y mejor los conoces.
Cuando te percatas de que esa sensación de subidón cada vez la sientes menos y te dura menos, entras en una fase de estancamiento.
Te siguen llamando la atención las novedades, por supuesto que sí, y, si puedes, vas al stand y probeteas los productos, incluso más de una vez; pero, de ahí a que compres, va un trecho.
Te piensas mucho más si te apetece llevarte algo a casa y qué te apetece llevarte. Ya lo de coleccionar te da lo mismo, te das cuenta de que van pasando las colecciones y no compras nada o compras sólo un producto que te gusta de ellas, y no de todas.
De hecho, ves los productos en el stand y piensas: "este se parece a tal que ya tengo", "de este color tengo tres", "este es idéntico al que le regalé a Fulanita porque no lo usaba", ...y otras variantes. Te planteas si estás tirando el dinero.
Digamos que, en vez de incentivarse la compra, se produce el efecto contrario: los nuevos productos te recuerdan a los que tienes en casa esperándote en el cajón, y abres esos cajones con ilusión y cariño, redescubres colores y texturas, y recuerdas qué es lo que te encandiló -o no- de esos productos que ya tienes.
Ordenas, descartas, usas, regalas, ...Te reorganizas y eres más consciente de lo que quieres y tienes, y de lo que no.
Estás en la etapa de madurez.
Y es en esta etapa cuando decides que, si te apetece, te puedes dar un caprichazo de vez en cuando, porque eres plenamente consciente de que es eso; incluso aunque sepas que tienes esos colores y/o texturas, olores, etc en otras marcas, o que lo vas a usar poco, o que quizá sea objeto de herencia en breve.
Te has llegado a conocer y ya no necesitas de subterfugios externos para controlar gastos como la "potidieta" -elemento bastante polémico del que podemos hablar otro día si os apetece-, que a unas les va estupendamente, y a otras les provoca efecto rebote.
Estos picoteos ya no son cada mes, cada semana, cada nueva colección, ni en cada marca. Ya son algo puntual y te dedicas a disfrutar un poco más de la cosmética y el color, y a sentir que eres tú quien lleva las riendas de tus gastos potinguiles, y no la influencia del mundillo en el que te mueves.
Por supuesto, como ya dije, esta es mi propia visión, pero me gustaría conocer la vuestra.
¿Os animáis a contárnosla en un comentario o en un post en vuestro blog -o canal de youtube, que para mi sois todas igual de compañeras-, potingueras?